miércoles, 29 de abril de 2009

Vídeos repaso: Trimado de las velas.

Para recordar y repasar, para mejorar en el trimado de las velas (Génova, Mayor y Spi) unos viejos vídeos de Nort Sail; son eminentemente prácticos e ilustrativos.

La Mayor

Génova.

El Spi.

Mediterráneo.


Amarrar un barco bajo la lluvia, en la atmósfera gris de un puerto mediterráneo, suscita a veces una melancolía singular. Es lo que ocurre hoy. No hay sol que reverbere en las paredes blancas de los edificios, y el agua que quedó atrás, en la bocana, no es azul cobalto a mediodía, ni al atardecer tiene ese color de vino tinto por cuyo contraluz se deslizaban, en otro tiempo, naves negras con ojos pintados en la proa. El mar es verde ceniciento; el cielo, bajo y sucio. Las nubes oscuras dejan caer una lluvia mansa que gotea por la jarcia y las velas aferradas, y empapa la teca de la cubierta. Ni siquiera hay viento.


Aseguras los cabos y bajas al pantalán, caminando despacio entre los barcos inmóviles. Mojándote. En días como hoy, la lluvia contamina de una vaga tristeza, imprecisa. Hace pensar en finales de travesía, en naves prisioneras de sus cabos, bolardos y norays. En hombres que dan la espalda al mar, al final del camino, obligados a envejecer tierra adentro, recordando. Esta humedad brumosa, impropia del lugar y la estación, aflige como un presentimiento, o una certeza. Y mientras te vas del muelle no puedes evitar pensar en los innumerables marinos que un día se alejaron de un barco por última vez. También, por contraste, sientes la nostalgia del destello luminoso y azul: salitre y pieles jóvenes tostadas bajo el sol, rumor de resaca, olor a humo de hogueras hechas con madera de deriva, sobre la arena húmeda de playas desiertas y rocas labradas por el paciente oleaje. Memoria de otros tiempos. De otros hombres y mujeres. De ti mismo, quizás, cuando también eras otro. Cuando estudiabas el mar con ojos de aventura, en los puertos sólo presentías océanos inmensos e islas a las que nunca llegaban órdenes judiciales de busca y captura, y aún estabas lejos de contemplar el mundo como lo haces hoy: mirando hacia el futuro sin ver más que tu pasado.


En el bar La Marina –reliquia centenaria, sentenciado a muerte por la especulación local–, Rafa, el dueño, asa boquerones y sardinas. A un lado de la barra hay tres hombres que beben vino y fuman, junto a la ventana por la que se ven, a lo lejos, los pesqueros abarloados en el muelle próximo, junto a la lonja. Los tres tienen la misma piel tostada y cuarteada por arrugas como tajos de navaja, el aire rudo y masculino, la mirada gris como la lluvia que cae afuera, las manos ásperas y resecas de agua fría, salitre, sedales, redes y palangres. A uno de ellos se le aprecia un tatuaje en un antebrazo, semioculto por la camisa: una mujer torpemente dibujada, descolorida por el sol y los años. Grabada, supones, cuando una piel tatuada –mar, cárcel, milicia, puterío– todavía significaba algo más que una moda o un capricho. De cuando esa marca en la piel insinuaba una biografía. Una historia singular, turbia a veces, que contar. O que callar.


Sin preguntarte casi, Rafa pone en el mostrador de zinc un plato de boquerones asados, grandes de casi un palmo, y un vaso de vino. «Vaya un tiempo perro», dice resignado. Y tú asientes mientras bebes un sorbo de vino y te llevas a la boca, cogiéndolo con los dedos y procurando no te gotee encima el pringue, un boquerón, que mordisqueas desde la cabeza a la cola hasta dejar limpia la raspa. Y de pronto, ese sabor fuerte a pescado con apenas una gota de aceite, hecho sobre una plancha caliente, la textura de su carne y esa piel churruscada que se desprende entre los dedos que limpias en una servilleta de papel –un ancla impresa junto al nombre del bar– antes de coger el vaso de vino para llevártelo a los labios, dispara ecos de la vieja memoria, sabores y olores vinculados a este mar próximo, hoy fosco y velado de gris: pescados dorándose sobre brasas, barcas varadas en la arena, vino rojizo, velas blancas a lo lejos, en la línea luminosa y azul. Tales imágenes se abren paso como si en tu vida y tus recuerdos alguien hubiera descorrido una cortina, y el paisaje familiar estuviese ahí de nuevo, nítido como siempre. Y comprendes de golpe que la bruma que gotea en tu corazón sólo es un episodio aislado, anécdota mínima en el tiempo infinito de un mar eterno; y que en realidad todo sigue ahí pese al ladrillo, a la estupidez, a la desmemoria, a la barbarie, a la bruma sucia y gris. El sabor de los boquerones y las sardinas que asa Rafa en el bar es idéntico al que conocieron quienes, hace nueve o diez mil años, navegaban ya este mar interior, útero de lo que fuimos y lo que somos. Comerciantes que transportaban vino, aceite, vides, mármol, plomo, plata, palabras y alfabetos. Guerreros que expugnaban ciudades con caballos de madera y luego, si sobrevivían, regresaban a Ítaca bajo un cielo que su lucidez despoblaba de dioses. Antepasados que nacieron, lucharon y murieron asumiendo las reglas aprendidas de este mar sabio e impasible. Por eso, en días como éste, reconforta saber que la vieja patria sigue intacta al otro lado de la lluvia.
Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte.

Haciendo Patria (II)

Caserío donde nació Urdaneta.
Placa que figura en el caserío
En mi última estancia en Ordizia (Gipuzkoa), aproveche para ir a visitar la casa donde nació Fray Andrés de Urdaneta y recordar mis correrías juveniles por la zona, que: "El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos..." como dice Pablo Milanés en una de sus canciones.
Mi buen amigo Manuel Iturrioz, me regalo dos libros.
"El secreto de Urdaneta" de Mikel Urretabizkaia, que recibió el Premio Internacional Rey de España en el apartado iberoamericano por su documental; Vídeo en formato dvd muy interesante, con un editaje esmerado, didáctico y que te explica en los 55 min. que dura, la singular vida, vivencias de Urdaneta y su "secreto", ademas de una breve reseña histórica.
El otro libro es "Urdaneta y su tiempo" de José Ramón de Miguel, un capitán mercante, que desde una óptica marinera nos explica los avatares técnicos y problemas de navegación con los que se enfrentaban en aquellos tiempos; una verdadera gozada de lectura, aparte de sorprenderme el personaje de Urdaneta, por su trayectoria personal como hombre avanzado a nivel científico y social. (mirar en mi lista de blogs: Urdaneta en su tiempo)
ACTOS QUE SE CELEBRARON EN ACAPULCO EN HONOR DE URDANETA

El alcalde de Ordizia, José Miguel Santamaría con el presidente de Mexico, Felipe Calderón.


Buque escuela Cuatehmoc con la tripulación en las vergas.


También hubo actos de honor en Callao, Manila y Cebú.
Este tipo de actos de conmemoración, difusión de la figura histórica, hermanamiento con otros pueblos y recordar a nuestros personajes, son de agradecer.
Una forma de sentirnos orgullosos de nuestros predecesores.
Es de alabar la labor llevada acabo por esta Comisión organizadora de Urdaneta 500.
Segi aurrera! (seguir así).

domingo, 26 de abril de 2009

Rima del Anciano Marinero.


La Balada del Marinero Anciano es un poema escrito por el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge en 1799. Relata la fantástica aventura de un marino durante un largo viaje en el mar.

Con ilustraciones de Paul Gustave Doré.


sábado, 25 de abril de 2009

Partir.


Hoy hace un mes, fui para mi tierra "Gipuzkoa" a visitar a mi amatxo (madre). Lo que en un principio parecía una visita más, terminó con el ingreso de ella en el hospital; una convalecencia y al final su fallecimiento el pasado sábado día 18 de Abril.
A sus 88 años, "partió" Asunción (Txuntxun para la familia), hacia un nuevo destino.
Durante esos días disfrute de su presencia, hubo tiempo para compartir, cuidarla, mimarla, meditar y reflexionar sobre el sentido de la vida y tomar decisiones.
Me he sentido arropado y consolado por mi familia, amigos y allegados. Agradezco el trato que recibió mi "amatxo" en el Hospital Comarcal de Zumarraga; por parte del servicio médico y sobre todo a las enfermeras, por su trato profesional y humano, siempre con un gesto amable, cariñoso y esmerado... Ezkerrik asko (Gracias).

Ha sido una experiencia por momentos dura e impactante. No estamos acostumbrados a sentir la muerte como algo cotidiano y cercano. Cuesta asimilar la temporalidad de nuestra vida e imaginar que a todos nos aguarda este final.
En algunos cementerios de mi tierra, en el dintel de la entrada, suele figurar una frase "Gaur ni, bihar zu" (Hoy yo, mañana tú)

“Hijo mío, derrama lágrimas por un muerto y entona la lamentación que expresará tu dolor. Luego entierra su cuerpo como se debe, no descuides nada referente a su sepultura. Gime amargamente, golpéate el pecho, haz el velorio como conviene por uno o dos días para marcar la separación, y luego consuélate de tu tristeza. Porque la tristeza lleva a la muerte y la pena interior consume las energías. Que la tristeza acabe con los funerales; no puedes vivir siempre afligido. No abandones tu corazón a la tristeza, échala y piensa en tu propio fin. No lo olvides, es sin vuelta. Tú te perjudicarías y no le harías ningún bien. Acuérdate de mi sentencia que un día podrás repetir: “¡Ayer fui yo, mañana serás tú! Desde el momento que el muerto reposa, haz que también repose su recuerdo; consuélate desde el momento que haya expirado”. (Eclesiástico 38, 16-23)

Me viene a la memoria una frase atribuida al presentador Jesús Hermida, en la que dice: "Si un actor sube al escenario y no se pone nervioso, es que esta muerto".
Pues así me siento yo, "nervioso" en el escenario de la vida, con ganas de vivir, con ilusión, con deseos de iniciar nuevos proyectos vitales... esta experiencia de la muerte de mi madre, me ha hecho cuestionarme, valorar que es lo verdaderamente importante y al mismo tiempo ver lo que tengo y he cosechado a lo largo de mi vida.
Decir que me siento bien, satisfecho, colmado de sentimiento, cariño y en definitiva amor.

Buen viaje amatxo...
Hoy 6 de Noviembre, leyendo un libro (La Buena Crisis.-Álex Rovira) he encontrado el siguiente párrafo al hilo del articulo:
ENCUENTRA UN SENTIDO A TU DOLOR. Vive el duelo por lo que hayas perdido. No lo niegues y complétalo. Pero quédate con lo bueno del pasado, con lo mejor de lo vivido. Agradécelo siempre que el recuerdo venga a tu memoria y haz que esa gratitud crezca en ti y se convierta en un don que podrás entregar a los demás para que sus duelos sean más soportables y sus vidas, más buenas y bellas.
Y, sí, rindámonos al proceso del duelo que genera la pérdida. No hay otra opción. Es imprescindible pasar por él para renovar nuestra consciencia, integrar lo bueno que queda en nosotros tras haber perdido lo amado, porque no podemos retener más que la experiencia de lo vivido. Y, finalmente, sigamos andando con gratitud por lo aprendido y por lo que está por venir. No con ingenuidad, sí con profunda voluntad de encontrar un sentido que nos refuerce y haga crecer.
Al final la belleza de la existencia reside en ese vaivén entre días excelentes, regulares y malos. Las almas felices saben apurar los placeres, bendecir la calma y relativizar los sinsabores. Viajamos por una gran montaña rusa en la que a veces estamos arriba, y a veces abajo.